lunes, 4 de febrero de 2013

Un salvavidas para el Rey

La monarquía necesita nuevos métodos para revalidar el apoyo de la ciudadanía


Mañana del Veintitrés de Febrero de 1981. Ciertos sectores militares se preparan para introducirse en las entrañas de la democracia y acabar con la misma desde su centro neurálgico, desde el propio Congreso de los Diputados. A partir de ese momento, el miedo se apodera de la ciudadanía española, que aún tiene muy cerca el recuerdo de la dictadura y un sueño democrático que apenas acaba de despegar. A la 1.14 de la madrugada del día 24, su majestad, el rey Juan Carlos, como capitán general de los ejércitos, interviene en un acto de defensa de la Constitución. El resto es historia. Y es la historia de cómo un monarca se ganó a su pueblo en una sola noche.

En un momento como el actual, en el que las voces antimonárquicas se hacen cada vez más elevadas e incontroladas, parece imposible defender de algún modo la continuidad de la institución monárquica. El 23-F y el papel diplomático llevado a cabo durante todos estos años por el Rey se han tornado insuficientes para aquellos defensores de la Corona. La vida y sus casualidades han querido que 33 años después el Rey tenga que lidiar con otro duro golpe. El mismo día, el mismo mes. Y es que es precisamente el próximo 23 de febrero cuando el aún duque de Palma, Iñaki Urdangarín, ha sido llamado a declarar por el juez que instruye el caso Nóos. Esta vez, el golpe se lo han dado desde dentro, y probablemente sea más duro acabar con él cuando el enemigo es íntimo.

Pero, si algo es cierto, es que en una situación económica como la que asola a nuestro país, en la cual se han hartado a pedirnos cada institución, una a una, un poco más de esfuerzo, parece impensable que una figura como el Rey no justifique su sueldo. De este modo, debería dejar a un lado sentimentalismos y solventar el problema de la manera propia de una institución, que finalmente es a la que pertenece y, aunque a veces lo olvidemos, no está donde está únicamente porque despierte simpatías. Sensatez, como mínimo, es lo que se espera de una institución seria en un Estado de derecho. Y, si el monarca no fuera capaz de actuar de ese modo, debería recordar que a sus espaldas tiene a don Felipe, a quien ya hemos visto en numerosas ocasiones ocupar el lugar que aún corresponde a su padre. No obstante, los titulares estos días no apuntan hacia la abdicación en el príncipe de Asturias, sino únicamente a la renuncia dinástica de la infanta Cristina, lo que visto desde un punto de vista optimista es un primer paso. Aun así, no debemos olvidar que la desacreditación actual de la monarquía no pasa únicamente por el yerno del Rey.

A día de hoy, lo único cierto es que el día 23 de febrero la monarquía estará, más que nunca, en el punto de mira. Corresponde a cada uno elegir desde qué perspectiva mirar.

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