lunes, 18 de febrero de 2013

Falta de liquidez

La crisis de la democracia exige un inmediato cambio de modelo que responda a las necesidades de los ciudadanos


Soy antidemócrata. No se extrañen por mi crudeza, pero, si la democracia supone una forma elaborada de la antigua aristocracia espartana donde la clase política se sitúa en la cúspide y los ciudadanos viven con la ficción de participar en el proceso político, no quiero ser su cómplice. O quizá el problema es que, como claman las consignas en las calles, «lo llaman democracia y no lo es». Por eso me sorprenden las declaraciones de la antigua presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que se ofreció hace dos semanas para colaborar en la «regeneración democrática» del país. ¿Cómo es posible iniciar una regeneración democrática si ni siquiera ha habido una efectiva generación democrática en España?

Los gurús de la sociología ya apuntan desde hace tiempo que la crisis mundial es sintomática de un proceso de mayor magnitud. Todas las grandes civilizaciones de la historia, desde los imperios egipcio y romano, sufrieron la progresiva degeneración de sus instituciones: corrupción generalizada, descontento popular, deficiencias del sistema... La misma democracia (si es que alguna vez lo fue) se ha convertido en la actualidad en una perversa mezcla de plutocracia y partitocracia, apuntando al que quizá sea el final de la sociedad contemporánea.

El modelo democrático, al igual que el capitalismo, el parlamentarismo o el Estado de derecho, es simplemente el mejor sistema ideado hasta la fecha para organizar la sociedad, lo que no significa que todas sus posibles manifestaciones sean las idóneas (basta recordar que Adolf Hitler fue elegido democráticamente) ni que no pueda existir un régimen mejor.

Puede que peque de idealista, pero la democracia exige que el poder esté efectivamente en manos de los ciudadanos, aunque sea mediante procedimientos espontáneos y, en cierto modo, excepcionales, como el referéndum, la iniciativa popular y demás herramientas de la democracia participativa. Tal vez vaya siendo hora de abandonar la solidez de la democracia representativa, como ya han propuesto el Partido Pirata y el Partido para la Regeneración de la Democracia en España (PRDE), en pro de la democracia líquida, un modelo más acorde a la actualidad y que permite el flujo del poder de vuelta a sus verdaderos y únicos dueños.

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