miércoles, 20 de marzo de 2013

Una Iglesia plagada de contradicciones

La Iglesia católica sigue manteniendo su influencia social en una España aconfesional y crítica con su cúpula dirigente


La Iglesia católica ha sido desde hace años objeto de debate que se ha polarizado en la última década. Por un lado, están los defensores a ultranza de una institución que no deja de tener muchas costumbres arcaicas e incompatibles con el pensamiento actual, basado en la igualdad de género, como viene a ser la imposibilidad de que las mujeres accedan a los más altos peldaños en la jerarquía de la Iglesia o los numerosos casos de pederastia que han sido encubiertos durante años, como el del cardenal Roger Mahony, destituido de todos sus cargos por amparar pederastas. De otra parte, tenemos unos detractores que hacen de su odio una generalidad, cuando toda generalización es, a mi parecer, injusta. Es curioso cómo la población poco partidaria del catolicismo se centra en abusos generalmente cometidos por lo que podríamos definir como el alto clero, aquellos eclesiásticos llenos de anillos y cadenas doradas abanderados de posturas contrarias al aborto o la homosexualidad, mientras que olvidan la labor de tantos otros miembros de la Iglesia que dedican tiempo y recursos a la población marginal y con problemas a través de organizaciones como Cáritas, que destinó el 71 % de sus recursos a paliar problemas de vivienda, o Manos Unidas.

En el caso de España, la religión está muy arraigada en el imaginario social de los ciudadanos a pesar de ser un país aconfesional desde que así se estipulara en la Constitución del 78. Las estadísticas actuales, con un 73 % de la población autodefinida como católica según los datos del CIS de 2013, están muy lejos de la afirmación que Azaña hiciera en la República: “España ha dejado de ser católica”. Lo que no parece lógico es que en estos momentos de crisis económica las clases sociales medias y bajas se vean asfixiadas por los recortes y el Gobierno ni se haya planteado que la Iglesia contribuya fiscalmente en las mismas condiciones que el resto de ciudadanos e instituciones.

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