lunes, 18 de marzo de 2013

Una fe entre dos aguas

A pesar de la aconfesionalidad del Estado, España sigue siendo uno de los países más creyentes


Desde 1978 España es un Estado aconfesional. Así lo recoge el artículo 16 de nuestra Constitución, el mismo que a su vez consolida la relación de cooperación entre los poderes públicos y la iglesia católica. La redacción de este precepto ha sido duramente criticada por los más detractores de la iglesia católica, pero la realidad de nuestro país parece mostrarnos algo diferente. De acuerdo con las estadísticas de la Conferencia Episcopal, en 2009 fueron bautizados el 63% de los niños nacidos en España. Los sectores laicos sitúan las cifras entre el 60% y el 55%. De cualquiera de las maneras, los números muestran cómo más de la mitad de los nacimientos reciben un agua bautismal que desde siglos ha sido tradicional en nuestro país.

Por otro lado, la opinión generalizada en los últimos años sobre la iglesia católica no señala lo mismo. En los últimos meses, sin necesidad de ir más atrás, los casos de abusos sexuales a menores, los beneficios fiscales y la falta de predicación con el ejemplo, entre otras críticas, han estado en boga. Pareciera que los padres quisieran que sus hijos fueran hijos a los ojos de Dios, pero se desentendieran de la iglesia. Quizá lo más correcto sea abogar por la verdadera fe y no tanto por lo que no deja de ser una institución más. Desde el pasado 13 de marzo los católicos tienen con un nuevo representante, Jorge Mario Bergoglio. El que pasará a la historia como Francisco I ha parecido mostrar, hasta el momento, un cambio de hábitos dentro del Vaticano. Se habla ya de una nueva etapa. Se habla de un papa humilde. Será cuestión de tiempo confirmar las expectativas o que, una vez más, se trate del mismo perro con distinto collar.

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