lunes, 11 de marzo de 2013

Chavismo poschavista

El fallecimiento de Hugo Chávez ha azuzado los editorales de todo el mundo


El presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, falleció el pasado 5 de marzo de cáncer, lo cual ha impulsado el surgimiento de opiniones enfrentadas en el escenario social. Los defensores del régimen chavista apuntan la popularidad del difunto, su cercanía al pueblo, su compromiso para con la Constitución venezolana y la instauración de una efectiva democracia participativa. Por el contrario, sus detractores, encabezados por el Gobierno estadounidense, lo han querido relacionar con el comunismo y el narcoterrorismo colombiano, considerándolo un «agente de Fidel Castro» o un nuevo dictador similar a Benito Mussolini o Adolf Hitler.

Es innegable que el chavismo no se ha caracterizado por perseguir los intereses norteamericanos, como señaló en 2002 el director de la CIA, George Tenet. Sin embargo, ello no justifica el apelativo que durante tantos años ha acompañado al nombre del presidente. Ciertamente, Chávez ha sido un líder querido y hasta mitificado por el pueblo venezolano, pero, si bien sus actuaciones políticas y diplomáticas no siempre han sido las más acertadas, en ningún momento se ha caracterizado por ejercer un gobierno del terror. Quizá no instaurara el régimen más garantista del tiempo actual, pero no se puede decir que la libertad de expresión en Venezuela sea menor que en muchos otros países democráticos ni que la oposición no tenga la posibilidad de acceder al poder mediante un procedimiento institucionalizado, lo que precisamente el sucesor designado de Chávez, Nicolás Maduro, puede poner en peligro con su uso arbitrario de las fuerzas armadas.

Populista o no, Chávez no debe ser considerado un dictador por su liderazgo carismático. Queda por determinar si, a falta de ese carisma, su sucesor definitivo sucumbirá a la tentación de convertir el régimen chavista en lo que sus opositores internacionales han venido denunciando.

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